lunes, 30 de agosto de 2010

MI VIDA EN FM: FELIZMENTE MANTENIDA, FELIZMENTE MAMÁ

Bueno….y heme aquí después de muuuucho tiempo. Decidí volver a sentarme a escribir, pero ahora con el temor (y al mismo tiempo la determinación) de que ustedes lo lean.

Y de qué voy a escribir, pues de mi vida, y voy a escribir de chorro así tal cual me salga.

Hace un buen tiempo me casé y ahora tengo una nena de 4 años que es mi adoración. Ella me ha cambiado la vida y así como me la ha cambiado sin querer, también yo decidí conscientemente cambiarla por ella.  Nadie me dijo que dejara mi trabajo en investigación de mercados, yo decidí hacerlo cuando el hastío del día a día, de los clientes cansones y del agotamiento me llevó al límite. Mi cuerpo me pedía agritos un cambio, una vida diferente, un respiro.

Al haber perdido una bebé por malformación del corazón me sentí devastada….pensé, lloré, recé… medité… busqué respuestas y encontré una: mi primera bebé no pudo vivir porque su corazón no estaba bien. Así de simple: un corazón con defectos no puede vivir, y así como mi nena se me fue, se me estaba yendo mi vida: mi corazón estaba puesto en el lugar equivocado. El trabajo, las responsabilidades con personas que ni me importaban me tenían enferma. ¿Dónde debía poner mi corazón? … en medio de caminatas en humedales, idas al supermercado y muchas películas, supe que mi corazón estaba con mi familia, mi esposo que adoro y ese retoñito que ansiaba –pero nuevamente temía- tener.

Entonces lo decidí. A la porra la carrera que estaba empezando a formar, adiós al ejercicio de la psicología en oficina, adiós a la independencia económica y de vuelta a los 50’s. Renuncié y de sopetón me convertí en esposa felizmente mantenida, ama de casa, y futura mamá.

Mi familia me apoyó totalmente, a lo mejor mi papá se disgustó por aquello de no “aprovechar” la universidad que con esfuerzo me pagó, pero nada más allá de eso. Mi esposo, que a todas vistas fue el más perjudicado -¿o beneficiado?- también me dio su solidaridad y acceso a su cuenta bancaria… y ya. Tal vez mis compañeros de universidad y antiguos compañeros de oficina se sorprendieron por la decisión y sí me lo reprocharon un poco. Eso dolió y fue causa de grandes sentimientos de culpa de los que creo, finalmente, me estoy liberando.

Dediqué mis días a desintoxicarme el alma y a rogarle a Dios que me permitiera ser mamá de un bebé sano. Luego del trauma de la pérdida anterior no estaba dispuesta bajo ningún punto de vista a lidiar con algo incurable. Y así recé y le dije al universo que no aceptaba un bebé con problemas. Mi alma y mi corazón no podían con más dolor. Admiro mucho a los padres que tienen hijos con alguna condición, los admiro por su fuerza, valentía para encarar al mundo todos los días y enseñar a sus niños a hacerlo.  Yo no me sentí capaz y así de tajo, grité que si estaba en mi destino ser mamá, iba a serlo de un bebé sanito.

Y entonces empezó mi preparación. Traté de sacar los alimentos más nocivos de mi dieta, le bajé a las gaseosas, me alejé de celulares y microondas y cualquier cosa que en mi cabeza pudiera emitir ondas potencialmente dañinas que yo no viera, me mantenía a kilómetros de antenas repetidoras… en fin. No sé si eso podía hacerme daño o no, pero por si las moscas, me mantenía donde yo me considerara a salvo. Me puse un poco paranoica, sí, pero nadie más era responsable de mi salud en ese momento, sino yo.

Siete meses después de la terrible pérdida, quedé nuevamente embarazada y allí comenzó otra aventura. Maluqueras, nauseas, olores que me resultaban insoportables, un sueño ancestral que me recorría toda, desde mis antepasados hasta mi descendencia… y un peso que cada día era mayor.

El4 de agosto de 2006 nació la luz de mi vida… literalmente. Otro día les contaré la historia del nombre que le pusimos a esa bebita roja, flaca, que nació con un ojo cerrado y otro abierto. Y allí comenzó no una aventura más, sino la odisea de mi vida. Y odisea porque hay que tener una fuerza titánica para criar en pleno siglo XXI.

¿Pero si ahora hay pañales desechables, microondas, lavadoras?... claro, eso sí se los concedo, porque lavar pañal sucio es horrible. Gracias doña tecnología que nos ha “facilitado” la vida a las mamás, pero sólo en ciertos aspectos. En muchos otros la vida es más rápida, va a otra velocidad y eso nos tiene agotadas. La agenda vive llena, compromisos, reuniones, y mi adorado esposo, que hace tres décadas trabajaría en horario de oficina y pare de contar, ahora trabaja en esas horas, más otras dos que pierde en sólo transportarse y encima tiene que estar pendiente de los malditos mails que llegan a cualquier hora.

Pero bueno, yo decidí alejarme de ese ritmo, ¿cierto? Y me dediqué a ser mamá. No niego que a ratos quise escaparme a una oficina para dejar de tararear la canción de Lazy Town o simplemente tener algún tema de adultos en mi cerebro que ya estaba por reventar de tanto contenido pre-escolar. Y a veces pensaba que en medio del Transmilenio al menos podía tomarme una siestica así fuera parada, porque en mi casa no podía dormir ni de noche ni de día con tanta lloradera.

¿Ya fuiste a Kúkara?, ¡Qué tal la Operación Jaque!.... Nada de eso estaba en mis pensamientos. Mi respuesta era la misma: Si no sale en Discovery Kids o lo publican en la cartelera del Jardín, no me entero.

Mis días pasaron en el pediatra, salidas por el barrio llevando el coche, y me empecé a entusiasmar extrañamente por las piñatas, el Halloween y la Navidad. El primer diente que para nosotros llegó a los 13 meses, la maluquera por las vacunas, de las cuales tengo muy mal concepto… la primera vez que durmió la noche entera, cuando se puso de pie, la primera palabra, todo eso llenaba mis días. Y no tenía ningún amigo con quién compartirlo. Todos los amigos de mi esposo…. Bellos ellos… solterotes, buena vida… no tenían ni idea de lo que vivíamos nosotros. ¿Les dije que además eran nuestros vecinos?... sí, armaban unos toques hasta las *¿&%··””!  5 am que no nos dejaban dormir y por única vez en mi vida consideré aquello que dice “que parezca un accidente”.

Mis amigas, las más cercanas, seguían con sus carreras, especializaciones, novios, peleas, reconciliaciones y a mí muchas veces eso me tenía sin cuidado. Me parecía tonto celebrar un nuevo año trasnochando hasta las 12, ¡¡¡si lo que había que celebrar es que a lo mejor podía dormir!!!

Me alejé de mucha gente simplemente por mi estilo de vida. Nada de salidas, puros planes caseros. Y eso todavía me duele un poco, pero bueno, ya ni modo. A veces me preguntaba si había otras como yo o si era la única que sentía que “mamá ejecutiva no todo lo puede”.

Y para quienes crean que mi esposo trabaja en una multinacional y gana muchísimo para mantenernos tranquilamente a todos, ni lo sueñen. Él es profesor. Nos apretamos mucho el cinturón y por eso tampoco salíamos.

Pero no me arrepiento. Conozco bien a mi nena, sé cuándo algo le incomoda, sé cuándo está feliz, sé cuándo tiene hambre o sueño, sé lo que le pasa y qué momento está viviendo. No la he dejado en manos de otros. Ninguna niñera, ninguna muchacha del servicio, ninguna profesora la conoce mejor que yo. Eso me da tranquilidad, porque pienso que a medida que crece, la sigo conociendo y entendiendo y espero que eso nos permita tener una relación cercana toda la vida. Ella me conoce muy bien también y a medida que pasa el tiempo somos más y más cómplices. Eso me encanta. A veces pienso que esa sensación de complicidad se ha ido perdiendo en nuestros tiempos y me gustaría que muchos, si no todos, la pudiéramos experimentar con alguien.

Respeto a las mamás que van a trabajar y este blog no es un ataque hacia ellas. Es más bien una afirmación de mi decisión. Tuve momentos horribles, como cuando muchas personas me dicen que “la tengo muy consentida”, cuando ella hace una pataleta y les confirma que “está consentida”, pero está bien. Una cosa es consentir a los hijos y otra muy diferente es malcriarlos.

Siempre voy a consentirla, soy su mamá y al parirla me gané ese derecho. Trato de no malcriarla, sigo mis instintos de lo que creo, es una buena crianza para ella.

La vida me quitó la posibilidad de estar con mi primera nena. Yo decidí aprovechar al máximo mis días con la segunda. Tuve otra oportunidad y en mis manos está ser la mamá que quiero ser.

Creo que por hoy me he extendido bastante, tal vez porque hace más de 4 años no escribo y estaba como con ganas de desahogarme. Pero bueno, ya la nena me deja algo de tiempo y espero poder seguir con estas palabras de cuando en cuando.

Bye!

Silvia M.